El impacto político de la reputación corporativa

Amado Fuguet V.

 Existe una tendencia cada vez más evidente en el mundo: los accionistas y los gerentes se están percatando de que la reputación corporativa no sólo tiene repercusiones económicas, sino también políticas.

Las crisis por las cuales han pasado muchas empresas, bien por situaciones propias o bien por efectos del entorno; ha obligado a los directivos a desarrollar iniciativas que apunten a recomponer o reforzar las relaciones con los actores clave de las organizaciones.

El propósito es que las empresas puedan mostrar conductas que generen confianza y respeto, cuando no admiración, entre sus clientes, acreedores, proveedores, trabajadores, la comunidad y los reguladores.

¿Me genera beneficios económicos?, era la pregunta clásica –hasta egoísta- sobre la reputación, como variable intangible. Desde hace algún tiempo han entrado en agenda otras interrogantes como: ¿me ayuda a conseguir y retener a los mejores talentos?, ¿me facilita el logro de acuerdos con las comunidades?, o ¿me protege contra los ataques políticos?

Efectivamente, mientras mejor sea la percepción que sobre cada empresa tengan sus actores clave, el riesgo a ser cuestionada tendría a disminuir.

Los empresarios deberían considerar, sin embargo, que en entornos ideológicamente contrarios a la iniciativa privada, la reputación pasa a ser un asunto no exclusivo de cada empresa, sino de todo el empresariado en su conjunto.

Por eso es un reto de su dirigencia promover que las empresas emprendan acciones que procuren un mejor clima laboral interno y una relación más estrecha con clientes, proveedores, comunidades y aliados. Es el mejor escudo político que podrán encontrar.

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