Amado Fuguet V.
«Nadie puede dejar la lengua en paz». Lo decía el filólogo Ángel Rosenblat en uno de sus estudios recopilados en su utilísima obra El sentido mágico de la palabra.

Se refería a que la lengua es un instrumento social. «Toda comunidad impone a sus hablantes, por la necesidad misma de la intercomunicación, unos modos comunes de expresión», señalaba. La convivencia y la colaboración de sectores sociales diversos trae, inevitablemente, una nivelación.
Estos planteamientos los hacía el maestro Rosenblat en los setenta, mucho antes del auge de Internet y las redes sociales, donde se crean comunidades en las cuales se han ido modificando el léxico y las formas de expresión.
Es un proceso en el cual la nivelación del lenguaje se genera en diferentes sentidos, desde abajo, desde arriba y horizontalmente. Todos somos actores en este mundo digitalizado, incorporando expresiones en nuestros intercambios con los demás. Y la lengua va cambiando aceleradamente, tanto que la misma Real Academia Española ha ido incorporando rápidamente nuevas palabras que hasta hace poco ni siquiera existían.
Pero hay que estimular el buen uso del lenguaje en las redes, tanto como en cualquier otro ámbito. El modelaje de las instituciones, los líderes, los medios, los comunicadores y los influyentes es esencial. Existen iniciativas de fundaciones, de las academias e incluso de individuos expertos en el uso del idioma, que en las propias redes sociales orientan pedagógicamente en este sentido.
Es una responsabilidad. Además, en Twitter, Facebook, en un blog o en cualquier medio digital, cada persona, grupo o institución construye su propia reputación. Lo hace no sólo por la credibilidad y calidad de las informaciones u opiniones que comparte y la forma como genera interacción, sino también por el mejor uso que hace del idioma.
Nadie puede dejar la lengua en paz, para enriquecerla y modernizarla, mucho menos en Internet.