Amado Fuguet V.
Dentro de las causas que estimulan los conflictos en las organizaciones, la información ocupa un lugar relevante, por lo que resulta crucial desarrollar procesos de comunicación que faciliten gestionarla para evitar o mitigar que las confrontaciones predominen en el clima interno.
Josep Redorta, un jurista con especialización en psicología social y análisis y conducción de grupos de la Universidad de Barcelona de España, resalta en su libro «No más conflictos» -recién publicado-, que el problema tiene tres vertientes: cuando la información es insuficiente, excesiva o distorsionada.
El secretismo, efectivamente, es una de los comportamientos que se observa con frecuencia en muchas empresas o instituciones, bien porque se piensa que «la información es poder», porque se considera que no es importante compartir información al personal, o debido al temor de que pueda divulgarse a otros ámbitos.
La sobreabundancia también es un problema, especialmente cuando se inundan a la organización de documentos complejos, o cuando se generan corrreos electrónicos sobre cualquier asunto, sin la jerarquización apropiada.
La información distorsionada es otro de los asuntos que generan conflictos, ya que existen, como lo dice Redorta, sesgos perceptivos, cognitivos o emocionales, que hacen que la interpretación de un mismo hecho o dato pueda ser muy diferente. Es la fuente de los rumores, que contienen mensajes distorsionados, pero que tienen algún punto de conexión con la verdad.
La gestión de la información es compleja pero necesaria. Las organizaciones que no asumen este reto tienen mayores riesgos de asentar una cultura de conflictos corrosivos que impactan el clima de trabajo y los resultados.