Amado Fuguet V.
La gente ha perdido confianza en las organizaciones públicas y privadas y en sus líderes. La credibilidad de la que gozaban ha mermado debido a las crisis y los enfrentamientos mutuos de estos dos sectores.
Es un fenómeno mundial y que está presente en América Latina. De hecho, es uno de los temas que genera más preocupación entre los profesionales de comunicaciones corporativas y relaciones públicas, como lo pudimos constatar en el Congreso del Ipra realizado la semana pasada en Lima.
Esta realidad, que es común en todos los países de la región, está obligando a que las empresas y sus gremios, así como los gobiernos y las instituciones estatales, estén planificando y ejecutando iniciativas que permitan mejorar su reputación.
Y ya no es posible manejar programas de comunicación interna y externa y de relaciones fundamentados en campañas y programas unidireccionales. ¿Por qué?
Fundamentalmente por dos razones: La propia propia pérdida de confianza institucional, y su sustitución por la que le dan los individuos a sus pares.
Es lo que ya comienza a denominarse la «confianza horizontal». Antes era vertical, de arriba hacia abajo. Ahora se da entre las personas, en un mismo nivel. La ciudadanía está activada, y han sacado ventaja de las facilidades que para ello proveen los medios sociales.
Esta realidad también representa un reto para los medios de comunicación, que están viendo migrar la confianza que en ellos depositaba el público, hacia la confianza entre las personas que cada vez necesitan menos de su internediación, porque participan directa y activamente en las redes sociales.