Amado Fuguet V.
Además del liderazgo compartido y la comunicación como factor clave, el trabajo en equipo completa la trilogía de lecciones derivadas del rescate de los mineros chilenos.
Este proceso se pudo observar en tres niveles. El primero de ellos fue el estratégico, que permitió coordinar los esfuerzos interinstitucionales para, todos a una, planificar, poder encontrar la metodología apropiada entre distintas, asignar los recursos y brindar todo el apoyo necesario a los mineros durante las semanas que tardaría el proceso de perforación.
En esta instancia, donde no hay exactamente un equipo de trabajo sino trabajo en equipo, que es diferente; se cumplieron los preceptos de comprender el desafío, evaluar las distintas alternativas e integrar las disciplinas necesarias para lograr el objetivo.
El segundo equipo fue el de rescate propiamente dicho, conformado por especialistas de distintas disciplinas que constituyeron el núcleo operativo que se encargaría de llevar a cabo la hazaña, según los lineamientos pautados por el equipo estratégico.
En este caso encaja mejor, aunque con matices, la definición de Jon Katzenbach –el gurú de McKinsey en estos temas, no el novelista del mismo apellido- acerca de lo que es un “equipo”: un pequeño número de personas con habilidades complementarias que están comprometidas con un propósito común, metas de desempeño y un enfoque del que son conjuntamente responsables.
Mientras que en ese nivel la clave era el desempeño, había un equipo en el cual lo fundamental eran la comunicación y el liderazgo, con el propósito común de sobrevivir para ser rescatado: los mineros.
Lo fundamental para el éxito, además, es que se logró mantener un espíritu de equipo entre los tres niveles de equipo que protagonizaron este logro inolvidable para la humanidad.