Del buen propagandista al buen comunicador


Amado Fuguet V.

Suele confundirse el significado entre propaganda y comunicación. Tanto, que se llega a atribuir a quienes destacan como  propagandistas el calificativo de buen comunicador.

La propaganda se refiere generalmente a la emisión de mensajes persuasivos donde se combina lo emocional –a lo cual se le da especial énfasis- con lo racional, con el propósito de asimilar adeptos y seguidores a ideas, conceptos, ideologías o a una causa determinada. Propagar es un verbo unidireccional, de tal forma que se fundamenta en las capacidades y habilidades del emisor de mensajes con frecuencia basados en contenidos parciales.

La comunicación, en cambio, es un concepto bidireccional, donde juegan un rol activo tanto quien expresa como quien escucha u observa. Implica interacción, lo que supone que quienes intervienen en el acto comunicativo son emisores y perceptores al mismo tiempo. Es un acto donde fluyen contenidos emocionales y racionales, con una intensidad entre ambos determinada por el marco situacional.

Un buen comunicador, por lo tanto, es aquel que interactúa en forma eficiente, efectiva y empática, comprendiendo y respetando el punto de vista del otro, aún sin estar de acuerdo con él. El intercambio de argumentos tiene un valor muy especial para quienes se destacan como comunicadores.

En ambientes donde predomina la propaganda, suelen generarse o confrontaciones extremas donde prevalece la imposición, la violencia y el silencio. En contraste, cuando destaca la comunicación como cultura, surgen diferencias y posiciones en forma abierta, y generalmente el conflicto se resuelve mediante procesos de negociación e interacción que a la postre finalizan en acuerdos.

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