Amado Fuguet Ventura
¿Qué pasará con la desigualdad si en nuestro país se extiende por mucho tiempo el fenómeno de la estanflación (recesión con inflación)? Esta es la principal pregunta que deberían hacerse en este momento los responsables de las políticas públicas.
En primer lugar, porque cuando se estanca la economía, el desempleo aumenta. Con ello, se incrementa la competencia entre los trabajadores por mantenerse o por entrar en alguna empresa o institución. Y los menos preparados –generalmente los que más necesitan el puesto- resultan los menos favorecidos. Los ingresos familiares merman, especialmente en los estratos más vulnerables.
En segundo lugar, porque lógicamente al mantenerse altas tasas de inflación –el segundo componente de la estanflación-, las familias de menos ingresos son las más afectadas. Y si en ellas ya hay un impacto generado por el desempleo, la consecuencia es un incremento notable de la desigualdad.
Si las empresas privadas son acosadas como esquema de producción en un entorno de estanflación, las posibilidades de revertir esta situación de desigualdad se ven limitadas. A los empresarios les irá mal, pero mucho más a los trabajadores, ya que tendrán menos posibilidades de tener empleo estable.
Pero hay algo más. Cuando hay recesión e inflación, quien está desempleado pierde la oportunidad de aprender en la empresa, y tampoco tiene ingresos para adquirir conocimientos fuera de ella. De esta manera, estará menos preparado para el momento cuando pueda superarse el estado de estanflación en la economía. Y le costará reingresar al mercado laboral en las mismas condiciones que tenía antes de quedar sin trabajo.