Amado Fuguet V.
En una charla reciente sobre “Liderazgo comunicacional” que ofrecimos a un grupo de 40 gerentes medios de una cadena de tiendas por departamentos, cobró especial atención en el diálogo la diferencia que existe entre una relación “jefe-subordinado” y una “líder-seguidor”.
En la primera, predominan comportamientos derivados de la autoridad del cargo. El jefe, en este caso, asume la comunicación más en forma unilateral, predominando el control y los contenidos como órdenes que deben cumplirse. El subordinado asume sus tareas como mandatos que deben ejecutarse, y cataloga al jefe como un superior al que hay que cumplirle más porque tiene la autoridad del cargo, y menos por sus cualidades y competencias.
En la relación “líder-seguidor”, predominan más la confianza, el respeto y el compromiso. El liderazgo no viene con el cargo, es el resultado de un proceso en el cual el subordinado, voluntariamente, se convierte en seguidor. Y se va cultivando según el comportamiento del líder ante diferentes situaciones.
Como bien lo dice Gary Yukl, estudioso del liderazgo organizacional, los seguidores juzgan tanto las intenciones de un líder como su competencia. “El líder que parece más preocupado por los seguidores y la misión que por sus prestaciones personales o su promoción profesional recibirá una mayor aprobación”.
La comunicación es crucial. La interacción “líder-seguidor” se da en forma permanente, en situaciones operativas, de cambio o de crisis. El líder comparte y escucha, explica y orienta, observa y modela.
Cuando prevalecen los comportamientos más asociados al esquema “líder-seguidor” que al formato “jefe-subordinado”, es más probable que se obtenga uno de los grandes anhelos organizacionales: el compromiso.