Amado Fuguet V.
Las organizaciones cuentan –es lo aconsejable- con políticas de vocería ante los distintos actores de interés. Estas normas establecen quiénes son los responsables de comunicar las informaciones o posiciones sobre los temas relevantes ante autoridades regulatorias, clientes, medios de comunicación, comunidades y público en general, entre otros.
Pero más allá de las asignaciones formales para ejercer este rol, los trabajadores, profesionales y gerentes terminan convirtiéndose en voceros naturales y cotidianos.
Las organizaciones que han comprendido esta realidad han desarrollado estrategias para que lo que supuestamente es un riesgo, sea una oportunidad, tanto en situaciones de crisis, como en el desarrollo normal de las actividades de la empresa.
Los trabajadores, profesionales, administrativos y obreros, tienen una gran ventaja: la confianza que les concede el público.
Muchos estudios lo evidencian. La agencia Edelman, por ejemplo, mostró recientemente los resultados de una encuesta en España. Allí se determinó que el influyente que genera más confianza para comunicar cada tema es el empleado de la compañía, con un 36%, seguido por el CEO (27%), el consumidor activista (25%), el académico o experto (21%) y el portavoz oficial (16%).
Aunque no pueda extrapolarse y pueda variar según el país, es una referencia que reafirma la necesidad de que la organización se preocupe por estrechar la comunicación interna con sus colaboradores, quienes de una u otra forma tienen gran incidencia sobre la reputación ante los diferentes grupos de interés. Los trabajadores constituyen el mejor aliado comunicacional con que puede contar la empresa.