Amado Fuguet V.
Un chofer de montacargas ordena el inventario en un depósito de una distribuidora de alimentos. Otro maniobra una elevada grúa que carga materiales a los pisos superiores de una construcción. Una supervisora sube a inspeccionar detalles del trabajo en una torre de una refinería. Un mecánico desmonta un motor en el taller de una concesionaria de vehículos. Un soldador se afana en reparar un tubo en un viaducto.
En cualquiera de estos casos, como un muchísimos otros, la pericia es clave, Pero también la prevención. Las normas de seguridad, más que por imposición legal, constituyen un deber ético. El comportamiento depende de tomar conciencia sobre los riesgos, y seguir las normas que eviten accidentes. Es una responsabilidad del individuo consigo mismo y con los demás.
Es uno de los temas más relevantes en cualquier organización. Y, por ende, requiere de una adecuada comunicación interna, permanente, oportuna y, sobre todo, interactiva.
Entran en juego mensajes a través de carteleras y otros medios internos. Pero, muy especialmente, la comunicación que todo supervisor debe asumir con su personal para que la seguridad se convierta en un valor que induzca a conductas preventivas.
Como bien lo plantea Pamela Astudillo, con quien hemos intercambiado experiencias en este asunto y quien ha desarrollado programas de capacitación comunicacional sobre seguridad industrial en Argentina, “hay tantas realidades de riesgos como número de observadores tenga la tarea. Y en esa misma medida diversa, deben estar los mensajes presentes”.
Por eso no puede despacharse el asunto con una campaña general. Es muy necesaria e indispensable, pero no suficiente. Crear conciencia requiere comunicación cara a cara, interactiva. “Hay que hacer de la conversación el vehículo por excelencia de los mensajes en materia de seguridad industrial”, nos dice Astudillo. Y agrega que la escucha activa permite capturar cómo el otro percibe el riesgo para así actuar.
La comunicación abierta, participativa, es la clave. Cada quien, como individuo, o cada equipo de trabajo, puede aportar ideas para mejorar las normas de seguridad, de acuerdo con las experiencias. Como bien dice Astudillo, el manual como producto de los trabajadores, los compromete. Y los errores hay que darles exposición, porque de ellos se aprende.