Amado Fuguet V.
En una sesión de consultoría, nos relataba la Gerente de Gestión Humana de una empresa del sector de salud, que había notado dos estilos de comunicación informal.
“Hay quienes se agrupan a tomar café o a conversar en la puerta de alguna oficina, pero también los que no se apartan de la PC o desde el teléfono móvil para chatear o enviarse pins”, describía.
¿Es algo extraño? Para nada. Es lo que está ocurriendo con mayor frecuencia en muchas organizaciones. Y no es sólo para establecer conversaciones sobre asuntos extrafábrica o extraoficina. La mayoría de las veces suele ser sobre temas relacionados con la empresa.
Siempre surge una red de contactos paralela a la estructura formal jerárquica y a los comités y equipos formales que ésta aprueba.
Las comunidades brotan muchas veces por sí mismas, abonadas por el interés mutuo de sus integrantes sobre algún asunto determinado, o impulsadas por líderes espontáneos que agrupan en torno a ellos a individuos con afinidades. Igualmente se crean para resolver problemas, o para intercambiar ideas u opiniones sobre alguna cuestión en particular. Claro, por qué no decirlo, también para mantenerse al tanto de alguna información que corre por los pasillos.
Lo nuevo es que esa competencia que en otros tiempos era entre dos métodos -el jerárquico y la red presencial-, ahora es entre tres. Porque se han incorporado las redes que las personas y los grupos crean asistidos por recursos digitales.
El reto es que la organización pueda asimilar esta realidad, entenderla y participar en ella. Lo jerárquico tiene que convivir con lo que los españoles han bautizado como “redarquía”.
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Fuguet Comunicación y Cambio 