Amado Fuguet V.
En un taller que ofrecimos hace unas semanas sobre “Liderazgo comunicacional”, uno de los participantes comentó que en un anterior empleo, le tocó trabajar con un gerente general quien, con frecuencia, creaba crisis para demostrar sus habilidades de mando. “En esos momentos, todos necesitábamos dirección”, precisó.
La historia la relató cuando explicábamos que se han hecho investigaciones que demostraban que cuando las organizaciones deben enfrentar un entorno o una situación que pone en riesgo la normalidad operativa; la gente comprende y espera que el líder encuentre las soluciones al problema y determine la forma de actuación de los gerentes y del personal en general.
Como contraste, en situaciones que aún siendo complejas, no constituyen una crisis; los miembros de la organización –y en especial los gerentes- valoran que el líder los consulte y los integre en los procesos de toma de decisiones.
Se trata de dos estilos de liderazgo que puede asumir quien está al frente de un grupo o una organización y que es válido alternar según la realidad situacional.
Sin embargo, cuando se generan crisis artificiales con el propósito de crear poder o concentrarlo, el esquema se agota. La legitimidad del estilo autoritario va mermando en la medida que la gente cuestiona la autenticidad de una situación supuestamente atentatoria de la normalidad institucional.
En realidad, el verdadero liderazgo se cimenta tanto en momentos de estabilidad como de inseguridad. La gente, sobre todo en la cultura de esta época, quiere participar. Y tiene capacidad para observar cuándo el líder es sincero y cuándo no.
Esto vale no sólo en el mundo empresarial. También aplica para otros ámbitos, especialmente el político.