Amado Fuguet V.
Las empresas venezolanas han tenido que lidiar cada vez con mayor dedicación con las implicaciones que la creciente inseguridad tiene sobre ellas.
No se trata simplemente del impacto financiero y operativo que le puede implicar el impacto de la delincuencia sobre sus activos o la protección ante eventualidades delictivas.
El asunto de mayor preocupación está representado por las repercusiones que la criminalidad tiene sobre la seguridad de su personal. En algunas empresas más que en otras, por sus características.
Algunas, han tenido que admitir la fuga de ejecutivos que prefieren lugares más seguros para vivir. Pero la mayoría, ha tenido que hacer esfuerzos para que su personal en todos sus niveles se sienta más tranquilo.
Existen organizaciones que han debido ajustar sus horarios de trabajo para facilitar que el personal que vive en zonas de alto riesgo, puedan regresar temprano a sus hogares. Otras, especialmente las que tienen turnos nocturnos, han tenido que organizar sistemas de transporte que mitiguen los riesgos de quienes cumplen tales horarios. También hay empresas que han tenido que invertir en vigilancia con un alcance amplio en sus alrededores y no sólo en las puertas de sus sedes. Algunas han incluso creado mecanismos de mayor acercamiento con las comunidades vecinas, brindando apoyo para crear un entorno menos agresivo.
Las empresas que poco se preocupan sobre estos asuntos muy probablemente ven reflejada esta dejadez en un clima organizacional débil. Por el contrario, los trabajadores que observan las acciones que responsablemente adelanta la gerencia para proteger sus vidas del acoso delincuencial, tienden a reconocer este esfuerzo.
En entornos hostiles, las empresas tienen un gran reto de comprender y ayudar a su gente a sobrevivir.