Es bien sabido que los procesos de planificación de estrategias tienen como propósito definir claramente a dónde quiere llegar una empresa o institución en un plazo determinado.
También está claro que para que esas estrategias logren aterrizar, hace falta definir proyectos y planes operativos, por ejemplo, de mercadeo, de producción, de ventas y de sistemas, entre otros. Se contemplan entonces recursos presupuestarios que soporten el desarrollo de tales planes.
Hasta allí todo está bien. Pero siguen siendo planes y previsiones financieras. Falta el factor principal: la gente.
Hay planes que incorporan el recurso humano, pero muchas veces como un ejecutor pasivo, que simplemente en un horario determinado realizará unas tareas asignadas. El resultado, desde esa perspectiva, no siempre termina siendo el deseado.
La diferencia está en darle a la gente un rol ejecutor activo, para que los planes sean propiedad de todos. Para ello son indispensables dos cosas: una comunicación abierta y una preparación adecuada.
En la medida en que la gente esté debidamente orientada sobre la razón de ser de la organización y de sus planes y sobre lo que de ella se espera, es mucho más probable que la empresa logre ejecutar con éxito sus planes estratégicos y operativos. Y aún más cuando la gente puede participar con ideas y observaciones.
Por ello el liderazgo debe promover una comunicación gerencial basada en escucha y vocería interna con los distintos actores que hacen vida en la empresa, para impulsar los logros soñados en la estrategia.
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