Amado Fuguet V.
La gestión de la comunicación interna es un reto constante en toda organización. Pero si se trata de una empresa familiar, se convierte en un verdadero desafío. Cuando logran pasar el umbral de la primera generación, las compañías corren el riesgo de que el personal quede extenuado al interpretar mensajes muchas veces cruzados entre distintos actores internos.
Algunos escucharán al propietario original, otros a los emergentes que, aún siendo hijos, tienen otra visión del negocio, y habrá quienes responderán a una de las ramas de la familia. Pero también existirá quien considere que quienes tienen la autoridad del mensaje correcto, son los gerentes.
¿Quiénes deben ser los voceros internos? ¿Cómo deben manejarse los mensajes de los diferentes actores? ¿Cuál mensaje prevalece: el de la familia o el de la gerencia? ¿Hay una sola visión que comunicar o son varias? Es natural que surjan preguntas como estas a la hora de planificar la comunicación.
Las empresas que logran gestionar armoniosamente los intereses familiares y los del negocio, según le escuchamos recientemente a Patricia Monteferrante, del IESA, son aquellas que establecen reglas claras de gobernabilidad que permitan satisfacer los intereses de ambos sistemas.
Estas reglas permiten mayor claridad a la gestión gerencial y, agregaríamos, facilitan procesos comunicacionales más ordenados, con objetivos, mensajes, voceros y canales internos mejor estructurados.
Lo mismo aplica para la familia accionista, cuyos miembros deben contar también con una comunicación ordenada y frecuente que, de paso, envíe señales claras a la organización.
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