Amado Fuguet V.
No basta la tradición, los campeonatos ganados y la marca en sí. Los equipos que que han cuidado y entrenado mejor a sus jugadores, tienen posibilidades de lograr un buen resultado en el primer tiempo. Esto ayuda asumir la segunda parte del partido con una estrategia más segura y, por supuesto, evita las posibilidades de ir a tiempo extra o a los imprevisibles resultados dirimidos en una puja de penalties.
Así ocurre con la reputación de las empresas. No importa sólo la calidad del producto, los resultados financieros o el cumplimiento de las obligaciones legales. En el terreno de juego, la diferencia terminan marcándola los gerentes, supervisores y trabajadores.
Lo hemos comentado en otras ocasiones. Son ellos los principales garantes de la reputación externa, tanto por su actuación ante los clientes, como por los mensajes que puedan transmitir en relación con la organización donde trabajan. A mayor reputación interna, mayor identificación y compromiso, no sólo para una mayor productividad, sino además para la defensa de intereses comunes con la empresa.
Programas de gestión interna que demuestren el compromiso mutuo empresa-trabajador, son indispensables para el logro de los objetivos del negocio establecidos en los planes de corto, mediano y largo plazo. Pero, insistimos, son cruciales para que se produzca una cohesión que permita coordinar esfuerzos ante las características de un entorno tan complejo como el actual.
Las empresas que entran con estas fortalezas al primer tiempo, pueden sacar ventaja. Basta ver el episodio Polar. El juego no ha terminado, es cierto, pero ya hay goles a favor para el juego duro que viene.