Amado Fuguet V. / Columna Intramuros
Las circunstancias del entorno están afectando el desarrollo de proyectos vitales para las empresas. Las agendas de los gerentes encargados se llenan de problemas que van desde la imposibilidad de tener acceso oportuno a las divisas para adquirir suministros importados, pasando por los retrasos que causan los racionamientos eléctricos, hasta el encarecimiento mismo del proyecto en la medida en que el cronograma de ejecución se ve afectado por los factores anteriores.
Pero hay otra cuestión que preocupa cada vez más: el comportamiento de la gente que participa en su ejecución.
Cuando la organización desea introducir una nueva maquinaria o un sistema que transforma los procesos y la forma de trabajar a los que la gente ha estado acostumbrada, el líder encargado del proyecto tiene la misión de lograr que las personas que en él participan –y las que se verán impactadas- acepten el cambio y se comprometan con él. Deben ocuparse de comunicar y preparar al personal.
Si el gerente ha vencido las primeras resistencias, debe mantener el estado de ánimo entusiasta del equipo, lo cual es un reto en condiciones normales. Pero en un entorno adverso se convierte en un desafío mayor. Con los retrasos, la moral baja. Con las incertidumbres, disminuye el desempeño.
Esto obliga a que el liderazgo organizacional preste mayor atención a la gestión del cambio, no como un simple mecanismo de apoyo al proyecto, sino como una plataforma que les ayude a mantener el ritmo y el compromiso de la gente en tiempos adversos, factor tal vez más importante que la valiosa maquinaria de punta que no llega por los incumplimientos de la administración cambiaria.
Publicado en El Mundo Economía y Negocios / 15 de marzo de 2010