Amado Fuguet V.
Columna Intramuros EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS
Una de las situaciones que caracterizó al entorno directo de las empresas durante este 2009 fue la polarización laboral y sindical.
El lineamiento de penetrar y disolver los sindicatos tradicionales, con el auspicio de los entes reguladores laborales, impulsó el paralelismo sindical, tanto en las empresas públicas como privadas.
Como parte del paquete, uno de los roles de los sindicatos paralelos ha sido convertir su misión de defensa de los intereses de los trabajadores, en otra orientada hacia la agitación política en las organizaciones, en muchos casos como vía para la desestabilización de la empresa, como punto de partida para la justificación de su eventual estatización.
Una de las consecuencias ha sido el surgimiento de un enfrentamiento entre sindicatos oficialistas y opositores, lo que equivale a decir que ha surgido en las organizaciones sindicales una polarización política a imagen y semejanza de la que vive el país. Pero también han emergido posiciones encontradas entre el personal que ve un claro riesgo en la posibilidad de una estatización y el que ve conveniencias en que así ocurra. Y ambos sectores, en unos casos más que en otros, han expuesto sus respectivas posiciones.
Esta realidad ha complicado las relaciones empresa-sindicato-trabajador y ha generado un clima laboral adverso a la productividad y a la paz laboral en las organizaciones.
En este contexto, el liderazgo empresarial del sector privado, al menos en el ámbito gremial, ha comenzado a promover un diálogo interno con los trabajadores, basado en que las organizaciones escuchen las necesidades de los trabajadores y éstos comprendan la dinámica de las empresas, en un paradigma de trato justo y beneficio mutuo.