Para ponerlo en perspectiva, permítanme referirme a uno de los encuentros programados en ocasión de la celebración de los 100 años de Harvard a fines del 2008. La coincidencia de esta celebración con la crisis financiera norteamericana y global debía resultar en una reflexión sobre el modelo de gerencia animado por las escuelas de negocios y sobre su incidencia en la economía. Los orígenes de la crisis tienen que ver, ciertamente, más con la desviación de los modelos que con su recta aplicación, más con la ambición desmedida que con la legítima generación de valor. La conclusión del análisis, sin embargo, expresaba una opinión generalizada, casi un consenso, en torno a la urgencia de modernización tanto de estas escuelas como del modo mismo de concebir y practicar la gerencia y los negocios.
Lo que está claro para la gerencia de negocios, no lo está, sin embargo, igualmente para la gerencia social. La academia tiene una deuda con la actualización de la gerencia social. El pensamiento gerencial, concentrado en la idea de negocio y de generación de riqueza, no se ha ocupado de manera suficiente de esta otra perspectiva, la que atiende al desarrollo social. La propia crisis, con sus consecuencias para el mundo desarrollado, pero también y de manera muy sensible para los demás países, ha venido a reforzar la necesidad de atender la gerencia social. Hacerlo sería una manera de cerrar las brechas, cada vez más grandes, que dividen a sectores de la sociedad y ponen en riesgo permanente su propia estabilidad. Responder a esta necesidad es, sin duda, uno de los mayores retos del presente. Es hora de fortalecer las organizaciones que se dedican a lo social, y una de las formas de hacerlo es convirtiendo la gerencia social en una preocupación y un compromiso de las universidades, escuelas de negocio, empresas y organizaciones sociales.
Han bajado los cerros
Para una organización como la Fundación Mendoza, la percepción de los problemas sociales no es nueva. Está en su origen, en la sensibilidad de su fundador y en una tradición amasada de principios y de realizaciones. Para todos, sin embargo, esta percepción en los últimos años ha cambiado de dimensión o se ha mostrado en su verdadera intensidad. La amenaza, tanto tiempo diferida, es hoy una realidad: HAN BAJADO LOS CERROS
Hemos topado con una realidad mantenida a distancia, que nos hemos negado a ver y que hemos pensado que no llegaría. Hemos creído que no tendríamos que responder por nuestra fractura social o que su solución vendría de manera milagrosa o natural. No ha sido así: nuestros problemas sociales tocan mas que nunca a la puerta y exigen soluciones que no son las de la filantropía, pero tampoco las de la revolución. Esta ha probado ya su incapacidad para responder a los principios de la justicia social sin anular la libertad, sin desmejorar la propia condición humana.
Los cerros bajaron, producto precisamente, en buena medida, del olvido. Venezuela ha despertado al hecho de que ese olvido existió, pero sobre todo a la idea de que repararlo no es responsabilidad exclusiva del Estado o del gobierno, sino de la sociedad en su conjunto.
Las iniciativas sociales
De este despertar nacieron en el pasado las organizaciones filantrópicas, aparecieron las ONG, surgieron en las empresas iniciativas y programas diversos, marcados primero por el voluntarismo y luego por una urgencia de planificación, de organización, de continuidad. En un principio fueron familias o empresas con sentido social y voluntad de actuar; luego fue ganando la búsqueda de pertinencia, eficiencia y eficacia y fue construyéndose una gerencia de lo social. Se pasó del entusiasmo al método, del sentimiento a la acción planificada y eficaz. Sin que haya adquirido toda la fuerza y la cohesión necesaria, vemos hoy una mayor disposición de las empresas a insertarse activamente en la sociedad, una mayor voluntad de organización y una mejor voluntad de integración.
Un tema estratégico
Como he repetido en más de una ocasión, hemos ido pasando del concepto y de las prácticas de la filantropía a las de la Responsabilidad Social Empresarial o de la Responsabilidad Integral Corporativa, vistas como una serie de principios, programas y prácticas integrados en las operaciones y políticas de la empresa. La Responsabilidad Social Empresarial ha pasado a ser un tema estratégico, que obliga a las empresas a repensar la convivencia de los temas sociales con su agenda de negocios y su sostenibilidad.
En este nuevo esquema toman especial valor las ideas de corresponsabilidad, de alianzas, de planificación. Primero, de corresponsabilidad. Atribuir de manera exclusiva al Estado la atención de lo social ha contribuido a una filosofía de la inacción y a una pérdida del sentido de responsabilidad y de solidaridad. El Estado, a su vez, ha politizado el tema de lo social, particularmente el de la pobreza, y ha alimentado en muchos casos reservas y recelos frente a las organizaciones privadas interesadas en lo social. La inacción o el mutuo recelo sólo han representado una enorme pérdida de oportunidad. Hemos olvidado que la inclusión y la complementariedad son factores esenciales para enriquecer la relación del Estado con las iniciativas sociales de origen privado y para el propio fortalecimiento de estas organizaciones y su vinculación con la sociedad civil. Si algo debemos haber aprendido de nuestras experiencias es precisamente la necesidad de generar confianza entre ambos sectores. Es preciso acabar con la partidización de la pobreza, con su uso político interesado, con las desviaciones que atribuyen autoridad y responsabilidades sólo al Estado, con exclusión de los ciudadanos, las empresas y las organizaciones.
En este terreno como en otros de la relación Estado-ciudadanos o Estado-empresas se impone la conjugación de confianza y transparencia. Corresponde al Estado estimular a las empresas a ocuparse de lo social, para lo cual además de la posibilidad de alianzas bien podría pensarse en modernizar las estructuras impositivas para fortalecer las instituciones, alentar las iniciativas de las empresas, animarlas a ocuparse de lo social de manera coordinada y eficaz. Hace falta que el Estado reconozca el trabajo de las organizaciones y el potencial que representan, pero al mismo tiempo que las empresas busquen los espacios de coordinación y complementariedad.
La idea de corresponsabilidad incluye, desde luego, la de participación, de allí la importancia de resaltar el papel, cada vez más amplio, del voluntariado de trabajadores en las iniciativas de responsabilidad social de las empresas. Estimular y organizar este voluntariado no sólo constituye una forma de profundizar el sentido de identidad de la fuerza laboral sino de difundir principios de organización y valores de solidaridad y eficacia social.
Alianza empresa-comunidad
Una segunda idea clave tiene que ver con la necesidad de fortalecer la alianza empresa-comunidad a través de las organizaciones de desarrollo social como intermediarias naturales, las mejores para la medición del entorno y la necesaria interlocución con la comunidad. Junto a este concepto, la tendencia empresarial moderna rescata el valor de las alianzas estratégicas entre empresas y organizaciones sociales especializadas como instrumento para ganar en comprensión de los problemas, en efectividad de los programas y en eficacia de la inversión. La práctica de la Responsabilidad Social Empresarial no es ya más concebible en un esquema de trabajo aislado; al contrario, requiere como condición de éxito la formación de redes, el establecimiento de alianzas caracterizadas por la responsabilidad, la equidad, la honestidad y la generosidad. Concretar estas redes -en el ámbito nacional e internacional, dentro del sector económico respectivo o del sector social objeto de atención- es clave para generar el mantenimiento de las iniciativas, potenciar los aportes, integrar los valores que inspiran el trabajo social y dar valor al aprendizaje de cada integrante de la red.
Necesidad de planificar
Finalmente, es necesario tratar la idea de planificación. Si la labor filantrópica exigía planificación y programación, el ejercicio de la Responsabilidad Social Empresarial la presupone como condición indispensable. Está en la base del conocimiento del entorno, de la detección y evaluación de necesidades, del análisis de las soluciones, de su aplicación, del seguimiento, de la medición de efectos. Es el paso de la donación a la inversión social, de la enumeración de programas a la fijación de objetivos con sentido de continuidad y en un contexto de desarrollo humano sostenible.
Pensar en los temas de Responsabilidad Social Empresarial implica asumir que los retos que se le presentan son dinámicos en función de las cambiantes expectativas de la sociedad. Es pensar, por ejemplo, en la integración estratégica de los asuntos sociales en la concepción y filosofía de la empresa, en la vinculación del concepto de negocio y gerencia social, en la sostenibilidad de los programas, en el fortalecimiento de las iniciativas y de las posibilidades de eficacia a través de la formación de redes y el fortalecimiento de las alianzas.
La maduración del concepto de Responsabilidad Social y de su ejercicio ha corrido paralela con una mayor atención de las empresas a su función social y con una mayor búsqueda de eficacia. Para fortalecer esa tendencia hemos visto la celebración de encuentros, cada vez más frecuentes. El más reciente en Venezuela, el Simposio Iberoamericano sobre Responsabilidad Social Empresarial, de octubre pasado, precisamente patrocinado y organizado por la Fundación Mendoza, en alianza con la Fundación Venezuela Sin Límites, tenía como propósito la identificación de prioridades en la agenda social, el intercambio de experiencias, la presentación de modelos exitosos intersectoriales de acción y la propuesta de acuerdos de colaboración dirigidos a ampliar el impacto y contribuir con el desarrollo de las comunidades iberoamericanas. Las cconclusiones allí obtenidas constituyen una excelente guía de acción. En resumen apuntan a la conformación y fortalecimiento de redes, la ampliación de alianzas estratégicas entre gobierno, sociedad civil y comunidades, y la creación de plataformas de conocimiento que unifiquen políticas para lograr mayor impacto social.}
Seguimos preguntándonos: ¿Por qué una empresa tienen que ser socialmente responsable?, ¿Qué razones o fundamentos dan sustento a la RSE? ¿Cómo una empresa debe actuar de manera socialmente responsable? Ahora tenemos mejores respuestas. Sabemos, con seguridad, que el ejercicio de Responsabilidad Social Empresarial o de la Responsabilidad Integral Corporativa constituyen un elemento clave para afirmar no sólo la buena imagen de las empresas sino su compromiso efectivo con la comunidad de generar riqueza y bienestar, de atender lo económico y so social. Cuando el mercado mide a las empresas no sólo por su valor económico sino por el valor social que generan en retribución, se hace más imperativo combinar las dos funciones, la económica y la social.
Pese a los avances en este campo, la preocupación por lo social sigue siendo vista por momentos como una acción del voluntariado o sigue confiada a una forma de voluntariado. La gerencia de lo social bajo este esquema del voluntariado también ha entrado en crisis. Ya no se sostiene. Es preciso, entonces, convertir la crisis en oportunidad, lo que significa aproximarse a las instituciones que han comprendido la necesidad de formar a la gente para la gerencia de lo social, de estudiar lo social como un fenómeno de interés de la gerencia, de dar a lo social la misma o mayor preocupación que la que las escuelas de administración o las universidades dan a lo económico, a la generación de riqueza. Dar contenido con calidad y gerencia.
El IESA y la Fundación Mendoza
Corresponde a los centros de formación crear oportunidades, ocuparse de la formación, incorporarla a los pensum, reconocer que se trata de una realidad importante; corresponde a las organizaciones acudir a estos centros, preparar su capital humano, formarlo en los nuevos conceptos, renovar la estructura de sus organizaciones sociales en función de los nuevos saberes y de los nuevos requerimientos. Estamos en camino. El IESA fue distinguido recientemente entre los institutos superiores de administración de negocios como el primero en América Latina y el número 60 en el mundo en la catalogación que evalúa los programas de MBA en función de su desempeño en materia de Responsabilidad Social Empresarial y de la pertinencia de sus programas de formación para la gerencia responsable en lo social y ambiental. Estamos orgullosos por ellos, pero sobre todo comprometidos a dar cada día más importancia al tema y a constituirnos en un centro de formación superior que contribuya a esa mejor gerencia social que la sociedad no exige con apremio.
La Fundación Eugenio Mendoza tiene, igualmente, una importante tarea que cumplir en este empeño. A ella, como a las demás organizaciones de su tipo, le corresponde nutrirse del cocimiento de las nuevas tendencias que los encuentros de reflexión y los centros universitarios puedan aportar y, paralelamente, nutrirlos con su propia experiencia. Su historia de realizaciones y los cuadros humanos, jóvenes y bien preparados, con que cuenta harán posible la ambición de de mantener la vigencia de la Fundación y fortalecer la vitalidad y la flexibilidad exhibidas a través de su trayectoria y de la elocuente suma de sus programas y sus acciones.