AMADO FUGUET V.
Ha pasado un año desde que en septiembre de 2008 estalló la crisis económica mundial. Desde que Lehmann Brothers -la legendaria banca de inversión que por años brilló en los cielos de Wall Street- entró en bancarrota, fueron cayendo, como piezas de dominó, firmas en todo el planeta. La reputación del liderazgo empresarial entró en entredicho, lo que impulsó cambios en las conductas de los ejecutivos de las compañías.
Desde entonces, los líderes empresariales más eficaces han llevado a la práctica dos tipos de comportamientos categorizados hace más de cincuenta años por investigadores de la conducta de liderazgo en las Universidades de Ohio y Michigan: los orientados a la gente y los enfocados a la tarea.
Los líderes ejecutivos han tenido que emplearse a fondo en revisar sus procesos y estructuras organizacionales, buscar apoyo técnico y financiero, establecer alianzas, diseñar planes de acción y fijar objetivos y metas audaces. Han estado haciendo la tarea.
Nunca como en el último año, los líderes han tenido que bajar de la cumbre y demostrar seguridad y confianza al personal, apoyándolos para disminuir la incertidumbre. Han mostrado orientación a la gente, una clave para no ser tapiados por el lodo de la crisis.
Adicionalmente, han puesto en práctica otro tipo de conducta definida por investigadores escandinavos en los años noventa: la orientación al cambio, comprendiendo el entorno y promoviendo transformaciones internas.
La crisis, en definitiva, ha sido un desafío para el liderazgo empresarial, que ha debido ser eficaz en planificar y dirigir tareas y en orientarse a la gente, pero además, en anticipar y promover el cambio.