Bajo perfil

Amado Fuguet Ventura

Cada vez con más frecuencia, los dueños y altos ejecutivos de empresas que hacen vida en el mercado venezolano, están adoptando una política de bajo perfil público. Cada quien tiene sus razones, muy válidas, por cierto.

La primera de ellas es que prefieren no abordar públicamente su enfado por los ataques a la empresa privada. “Es un rol que hemos dejado en los gremios”, nos dice un ejecutivo. Off the record, por supuesto.

Tampoco se atreven a plantear sus quejas por los retrasos de Cadivi o por el impacto de las nuevas leyes o regulaciones. “Si lo hago, no habrá dólares y eso daña más los resultados”, agrega otro en muy baja voz.

Menos aún exponen el impacto que les ha creado el retraso en los pagos a proveedores por parte de las empresas estatales. “Son nuestro principal cliente, tú entiendes”, comenta con disimulo un ejecutivo con negocios en Puerto Ordaz.

Varios de los expropiados en el Zulia se escandalizan, pero en privado. “Estamos negociando o esperando a ver si nos pagan al menos los activos”, susurran entre ellos.

Otros esquivan a los fotógrafos en los eventos sociales. “El jefe de Seguridad nos ha dicho que es una pista para los secuestradores”, comenta alguno  en una tertulia encapillada.

Hay quienes tienen buenos programas de responsabilidad social, pero se cuidan de no hacer mucha bulla con eso. “No vaya a ser que crean que nos estamos metiendo en terreno del Estado”, se les oye decir de vez en cuando.

Las razones sobran. Los empresarios han aprendido que, en Venezuela, el bajo perfil es buen negocio. Aunque sea a corto plazo.

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