Las fronteras del diálogo
AMADO FUGUET VENTURA
Consultor comunicacional
Toma cuerpo en la agenda de un grupo de empresas y organizaciones venezolanas la necesidad de que se abran espacios para desarrollar un diálogo intenso donde se debatan los asuntos que están generando discordia en la sociedad.
Dos comportamientos perversos han ido caracterizando el entorno: la violencia y el silencio. El territorio del diálogo, efectivamente, tiene esas dos fronteras extremas que limitan la participación, la expresión de opiniones y la generación de ideas. Y, por lo tanto, bloquean las posibilidades de negociar acuerdos satisfactorios para todos los actores.
La violencia tiene varios grados de intensidad, que van desde la descalificación del otro, hasta el insulto y la agresión física, como la sufrida por los colegas periodistas de la Cadena Capriles. Es imposible pensar que desde esta posición alguien pueda salir ganando. Ni el agresor ni el agredido.
En la otra frontera está el silencio. Mientras se cultiva la desconfianza y el miedo, la gente tiende a cuidarse de participar en los espacios públicos, hasta el punto de abstraerse y autocensurarse. El individuo se retira completamente de la realidad nacional.
La violencia y el silencio van minando progresivamente la posibilidad de que se produzcan situaciones de diálogo abierto, sincero y productivo. Van socavando la confianza ciudadana. Es por ello que algunos líderes organizacionales se están movilizando, buscando mecanismos que permitan recuperar el terreno propicio para que todas las partes se escuchen, que comprendan la posición del otro y que se descubran intereses comunes o cercanos desde los cuales encaminar acuerdos.