Amado Fuguet
La tertulia en los pasillos de las concesionarias de vehículos es intensa en estos días. A la escasa disponibilidad de unidades para ofrecer al público, se sumaron los anuncios de regulaciones para la comercialización y la devolución de dinero en casos donde se haya vendido por encima de los precios sugeridos.
El tema entre los vendedores y personal administrativo de los detales es el mismo que desde principios de año ocupa a los trabajadores de las ensambladoras. ¿Recortarán los puestos de trabajo? ¿Cerrará la empresa?
Muchos de los dueños y gerentes de los centros de venta de automóviles han ofrecido al personal esperanzas de que los meses por venir sean mejores, aunque siempre aclaran que nada podrá parecerse a los momentos de grandes colocaciones de carros. La bonanza de los últimos tres años no es repetible.
Otros han sido más francos. «Hay que prepararse para lo peor pues las condiciones del negocio han cambiado, y se lo estamos comunicando a la gente que trabaja con nosotros», nos comentaba uno de los socios de una cadena de concesionarios.
Hay quienes están reforzando sus departamentos de repuestos, talleres, pintura y servicios postventa, que aunque también tienen el impacto de la escasez de piezas y productos, garantizan una demanda permanente derivada del crecimiento del parque automotor registrado en los últimos años.
Lo cierto es que este sector que genera al menos 50 mil empleos también transita por un camino escabroso, al igual que otras áreas de la economía. Al motor cambiario le pistonean las bujías y la vía libre ahora está llena de alcabalas. En estos casos, el freno sustituye al acelerador.