AMADO FUGUET V.
“¿Alguno de sus gerentes en sus Vicepresidencias conoce a alguien en Cadivi?”, preguntaba con desespero el Gerente de Almacenes durante una reunión donde los ejecutivos de la ensambladora de vehículos miraban asombrados cómo los inventarios de partes importadas obligarían en pocos días a paralizar una de las líneas de producción.
La escena ya es cotidiana. Una nueva dinámica se ha instalado en los procesos gerenciales de las empresas venezolanas: la gestión de asuntos relacionados con los controles, las regulaciones y las actuaciones de los organismos recaudadores y fiscalizadores.
En otras épocas, la gerencia delegaba la mayor parte de estos fastidiosos temas en los gremios sectoriales. Las cámaras o asociaciones de empresarios tenían entonces un mayor poder de influencia. Es paradójico. Ahora los gremios privados tienen una agenda más apremiante con el entorno normativo, lo que mantiene muy viva su razón de ser. Pero también hay asociaciones paralelas o emergentes, que aseguran saber cómo sacar debajo de la alfombra la llave que abre las puertas de los organismos decisores.
Los gremios siguen siendo un recurso ineludible, pero los gerentes han tenido que subirse sus propias mangas para ocuparse cada vez más de los temas regulatorios, un nuevo oficio clave para la operación de la empresa, tan crucial como las gerencias de mercadeo o de sistemas tecnológicos.
La voluminosa lista de nuevas leyes o de reformas legales acopiada durante la década, y las que están por venir, han generado un nuevo ambiente normativo que exige adaptar los procesos internos de las empresas. Pero también las coloca en alerta permanente por alguna restricción o actuación generada por el contexto económico y político.
Las empresas han adoptado diferentes fórmulas para atender esta nueva realidad. Algunas han concentrado esfuerzos en los temas más críticos para su supervivencia o crecimiento. Las que dependen en alto grado de las importaciones, por ejemplo, han tenido que crear grupos dedicados exclusivamente a gestionar los trámites con Cadivi o las Aduanas. Otras han debido reforzar sus áreas legales, para comprender tanto los proyectos de leyes, como la interpretación que de las ya aprobadas puedan hacer los funcionarios y los tribunales.
Otras organizaciones han optado por incorporar en sus estructuras gerencias específicas para administrar las relaciones con el Estado. En otros casos, han creado comités o departamentos inter-funcionales para coordinar las distintas gestiones que deben realizarse sobre las materias regulatorias que cruzan prácticamente todas las áreas: laborales, ambientales, fiscales y aduanales, financieras, cambiarias, precios y abastecimiento, responsabilidad social o el régimen de propiedad en algunos casos.
Lo cierto es que la anticipación a los cambios legales o normativos, la gestión del día a día ante los organismos, y el seguimiento a los casos en otras empresas, ha impuesto un nuevo “estilo de vida” entre los gerentes venezolanos. Un estilo de vida que parece convertirse en una realidad no sólo local, sino global, dada la ola regulatoria que está de nuevo en boga como efecto de la crisis económica internacional.
“¿Amenaza u oportunidad?”, es la pregunta ineludible que ahora emerge en los grupos de planificación cada vez que surge una nueva ley o decreto. Lo cierto es que desde hace algún tiempo acá, en las universidades y escuelas de negocio la regulación es una asignatura rutinaria para formar a los gerentes en estas lides. Y para las empresas caza-talentos es una nueva área para hurgar en el mercado laboral. Se busca gerente con moto propia, con permiso para estacionarse en la Asamblea Nacional.