El furor de las pancartas en la protesta  

Amado Fuguet V.

Nunca hubo en las ciudades venezolanas tantas pancartas. Los estudiantes han acudido a este medio para divulgar sus mensajes de protesta. Y los ciudadanos manifestantes también han apelado a este recurso para acompañarles.

Los medios y las redes sociales han reproducido infinidad de pancartas.
Los medios y las redes sociales han reproducido infinidad de pancartas.

Todo el mundo suponía que la expresión limitada en los canales tradicionales tendría como alternativa predilecta a las redes sociales. Así ha ocurrido en otros movimientos sociales en los últimos tiempos en el mundo. Pero aquí la protesta ha sido multimedia. El viejo recurso de la pancarta como canal ha tomado un especial protagonismo. Comparte honores con Twitter. Y hasta estilos: una pancarta rara vez pasa de 140 caracteres.

Acompañados en ocasiones por el volante callejero,  los carteles tratan de propagar múltiples mensajes, que van desde un llamado a la acción, pasando por una frase ingeniosa o sarcástica o una denuncia, hasta imágenes o figuras sobre víctimas de la represión  o productos que escasean.

En otras épocas, las pancartas venían prefabricadas. Partidos y otras organizaciones reproducían cientos que eran portadas por los marchantes. Esta vez los protestantes crean la suya. En forma individual o en equipo. En cartones, cartulinas, papel bond, telas y cualquier material disponible.

Ese es el principal mensaje que dejan las pancartas: la participación. Diseñarlas, dibujarlas, escribirlas y luego portarlas, mostrarlas en el Metro o en la zona de protesta, pegarlas en una pared o propagarlas en las redes sociales; potencia el compromiso por la causa.

La comunicación es el proceso fundamental de movimientos como el que se ha desarrollado. La gente quiere ser escuchada. Desea que otros tomen en cuenta su punto de vista. Por eso transmite sus posiciones. Cuando puede las vocifera. Pero ha recordado que la pancarta es un medio noble. Tan útil como una red social.

 

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